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Camino hacia el amor

Hace unos días atrás vi mi status en twitter, dictaba -crónicas de una loveaholic- me hizo recordar cómo solía sentir el amor en cada una de mis terminaciones nerviosas, me metía en ese sentimiento de lleno y le incluía métricas, que creía que eran las únicas en la medición del amor: cada cuánto tiempo te dedica canciones, cuántos te quiero te ha dicho en el día, cuánto tiempo le dedicábamos al día a conversar de nuestros intereses y emociones. Esa Carito, estaba totalmente sumergida en el amor pasional y no tenía ni idea. Pero esa inmersión hacía daño y calaba en mis huesos, porque si bien amaba y entregaba toda mi alma, cegaba aspectos sólidos en toda relación.






Recuerdo que el día en que terminamos con mi primer enamorado, su frase de despedida fue "me di cuenta que puedo estar con chicas mucho más guapas que tú" esa simple y dolorosa frase quedó tatuada en mi corazón, a partir de ese instante, todo chico que intentara acercarse con la línea de enamoramiento "eres muy guapa" "eres hermosa", era descartado inmediatamente. Necesitaba acciones y palabras más contundentes para creerles, eso no significa que me cerré totalmente al amor, sino que viví los futuros acercamientos, sin la idea del amor mágico en la cabeza, mientras uno de mis piecitos se elevaba hacia las estrellas, el otro se rehusaba a separarse de la tierra y así mientras que soñaba con ese amor pasional y creía fervientemente que así debía sentirse con todos los bombos y platillos, una parte de mí jamás me permitía sentirme así, mi corazón dictaba algo y vivía en plena lucha con la razón que me daba el freno y me dejaba incrédula acerca de los sentimientos de los otros hacia mí.


El proceso de entender lo que era el amor, como toda joven que va aprendiendo de prueba y error, provocó que hiriera a otros en el proceso, no me involucraba al 100% en las relaciones, si ellos se enamoraban locamente, mi razón me inhibía y no podía sumergirme en la misma experiencia que mi pareja estaba sintiendo. Otras relaciones fueron terapéuticas, creía que podía hacer que otros sanen y no podía estar más alejada de la realidad y tuve relaciones donde ambos pies volaron a la luna pero los de los otros fueron los que se frenaron. Viví lo que debía vivir, sentí lo que debía sentir pero a medida que aprendía cómo amar a otros descuidé el amor más importante de todos, el amor hacía mí misma.


Estuve tan sumergida en el entendimiento de los demás, que llegué a un punto en que desconocía quién era, lastimé y me lastimaron, pero me lastimé mucho más, sin poderme dar el lugar que merecía, perdiendo amistades, perdiendo de foco lo importante.


Poco a poco fui subiendo de peso, lo que de por sí no ayudó para nada a mi lacerada autoestima, solo ayudaba tanto a la incredulidad, el saber que ahora más que nunca nadie podría amarme, no me atreví a mencionarle eso a nadie, hasta que un día tuve un quiebre más, leí la conversación de uno de mis mejores amigos, que daba la casualidad, era mejor amigo de mi ex, en esa conversación mi ex le decía, " la veo fea, acabada, cada vez más gorda" y algunas cosas más que aún no me atrevo a decir en voz alta y peor dejarlo por escrito. Eso me enseñó a cómo no quería ser amada, porque nada podría estar más lejos del amor, que una persona no respete a los demás, estando o no en una relación con ella. Se sumó un punto a la lista de check list de cosas que debería tener el chico al que ame "no debe nunca hablar mal de un ex, ni hacer comentarios del cuerpo o reputación de los otros"


No fue hasta pandemia cuando quiebres laborales y personales me llevaron a buscar apoyo psicológico, además de prepararme formalmente en ayudar a otros, en trabajar en mí misma para ser un coach de vida, sanar y así acompañar el proceso de muchas otras personas que se sintieran como yo. Ha sido sin duda, uno de los procesos más hermosos y que posiblemente nunca acabe, pude descubrir el amor de las personas que se dedican a esto, me acompañaron a entender cómo desde mi "independencia" necesitaba ser amaba, sentirme amada, que esa necesidad me llevaba a sentirme ansiosa y que alimentaba esa ansiedad comiendo demás, la tristeza con comida, la indiferencia con comida. Básicamente mi cuerpo se sentía lleno emocionalmente cuando estaba lleno físicamente. Entender eso costó pero me hizo ser mucho más consciente no solo de lo que debía hacer, sino cuánto daño tenía por curar.


Finalmente pude entender que para amar a otros, debo empezar el proceso amándome a mí misma, conociendo qué me hace daño, cuáles son mis límites, qué no estoy dispuesta a aceptar, qué necesito en los momentos de tristeza y ansiedad. También ayudó mucho conectarme con personas que estén viviendo mi mismo proceso y saber decir adiós a aquellos que no enriquecían este camino. Como les mencioné sigo en proceso pero estoy inmensamente agradecida que puedan ser parte de este.


Con amor


Carito




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